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‘Redemptoris Custos’, sobre la figura de San José en la vida de Cristo y de la Iglesia

Fernando Beltrán / on 19 marzo, 2015 at 10:48 /

Hoy la Iglesia celebra la fiesta de San José, padre de Jesús y esposo de la Virgen María. Para su interés, les ofrecemos la Exhortación Apostólica que San Juan Pablo II dedicó a esta importante figura del cristianismo.

EXHORTACIÓN APOSTÓLICA
REDEMPTORIS CUSTOS
DEL SUMO PONTÍFICE
JUAN PABLO II
SOBRE LA FIGURA Y LA MISIÓN
DE SAN JOSÉ
EN LA VIDA DE CRISTO
Y DE LA IGLESIA


A los Obispos
A los Sacerdotes y Diáconos
A los Religiosos y Religiosas
A todos los fieles

INTRODUCCIÓN

1. Llamado a ser el Custodio del Redentor, «José… hizo como el ángel del Señor le había mandado, y tomó consigo a su mujer» (Mt 1, 24).

Desde los primeros siglos, los Padres de la Iglesia, inspirándose en el Evangelio, han subrayado que san José, al igual que cuidó amorosamente a María y se dedicó con gozoso empeño a la educación de Jesucristo[1], también custodia y protege su cuerpo místico, la Iglesia, de la que la Virgen Santa es figura y modelo.

En el centenario de la publicación de la Carta Encíclica Quamquam pluries del Papa León XIII[2], y siguiendo la huella de la secular veneración a san José, deseo presentar a la consideración de vosotros, queridos hermanos y hermanas, algunas reflexiones sobre aquél al cual Dios «confió la custodia de sus tesoros más preciosos»[3], Con profunda alegría cumplo este deber pastoral, para que en todos crezca la devoción al Patrono de la Iglesia universal y el amor al Redentor, al que él sirvió ejemplarmente.

De este modo, todo el pueblo cristiano no sólo recurrirá con mayor fervor a san José e invocará confiado su patrocinio, sino que tendrá siempre presente ante sus ojos su humilde y maduro modo de servir, así como de «participar» en la economía de la salvación[4].

Considero, en efecto, que el volver a reflexionar sobre la participación del Esposo de María en el misterio divino consentirá a la Iglesia, en camino hacia el futuro junto con toda la humanidad, encontrar continuamente su identidad en el ámbito del designio redentor, que tiene su fundamento en el misterio de la Encarnación.

Precisamente José de Nazaret «participó» en este misterio como ninguna otra persona, a excepción de María, la Madre del Verbo Encarnado. El participó en este misterio junto con ella, comprometido en la realidad del mismo hecho salvífico, siendo depositario del mismo amor, por cuyo poder el eterno Padre «nos predestinó a la adopción de hijos suyos por Jesucristo» (Ef 1, 5).

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